miércoles, 12 de junio de 2013

Miguel Ángel

Tras toparme con sus trapos sucios colgados en cualquier reja, cubos de agua turbia en cada esquina y charcos de sudor en el asfalto, me encontré con Miguel Ángel, un señor dedicado altruistamente a limpiar los coches aparcados en las calles a la espera de que sus propietarios descubran el brillo que él les ha sacado con pertinaz tesón y le regalen unos pesos para poder sobrevivir. Solitario y hermético, vive en las casas que otros abandonan, su intimidad son los ojos esquivos de los transeúntes que rehuyen su misteriosa mirada. Siempre está ahí manteniendo una conversación consigo mismo, con un lenguaje propio e ininteligible que lo envuelve en una burbuja de atemporalidad, misterio y dignidad.